Lomo de víbora de asfalto,
víbora peluda de cables cayéndose.
Gente colgada de la percha
de una esquina.
Gente hacia el azul,
hacia el húmedo azul encendido.
Vértigo de barcos
y de pájaros vigía,
por detrás del fragor de los mercados,
donde palpita la fruta del océano.
Y la claridad apuntalando
la loca estructura improvisada:
las casas
que brotan unas sobre otras
abriéndole las manos al cielo.
Las casas que crujen
como un árbol cargado.
Un árbol con las raíces metidas al Pacífico,
con las raíces enredadas en las sierras
y en el ocre de los rieles hirviendo.
Dos palmeras donde empieza a abrirse
el postigo de la noche
El calor del día
que ya se va cargando
sobre el cansancio de los cuellos
Y algunas olas tendidas
que desenrollan su espuma
en un último gemir resplandeciente.