Introducción:
Hay cinco mujeres (más, en realidad) que Pablo Neruda me fue “presentando” con su poesía. Esas imágenes llenas de carácter, exotismo y belleza, me han conmovido a tal punto que se hizo imperioso evocarlas y rendirle homenaje con mi palabra. Para mi alegría esos textos fueron coreografiados por Florinda Montoya componiendo la obra homónima que fuera estrenada en 2013.
Albertina Azócar es una de las dos musas de “Veinte `poemas de amor y una canción desesperada”. Bien puede representar ese encuentro el amor que acaba de salir de la adolescencia. Neruda le escribía cartas, que he leído, y, al modo de carta, pretendo describir el trance, los sentimientos y la personalidad de ellos.
El discurso, con sus hipérboles, es propio de un adolescente enamorado.
Jossie Bliss es el nombre occidental de “la pantera birmana”, compañera de Neruda en Rangoon, Birmania. Los celos, las diferencias culturales, la relación candente, la incomprensión, hicieron que él huyera de ella y que, mucho después, le escribiera sus amores 1 y 2, llenos del dolor del olvido.
Manuela Sáenz (“la amable loca”) fue la amante de Bolívar y, también, tuvo una personalidad ardorosa. El libertador la descubre al final de la batalla de Pichincha, cuando entra con toda gloria a Quito. A pesar de la separación impuesta, se seguirán amando mientras vivan.
Neruda escribe “Elegía a Manuela Sáenz, la insepulta de Paita”, en donde registra su viaje a esa ciudad ballenera del centro norte de Perú para rendirle homenaje en una sepultura que jamás encuentra.
La “mamadre” (“nunca pude decirle madrastra”) fue su madre adoptiva y, en sus memorias y poemas, exhibe la admiración y el amor `por la mujer sencilla de pueblo, hecha a aliviar las dureza de la escasez y rescatar cada día con su disposición, su alegría y su silencio.
Matilde Urrutia, la “chascona” (despeinada), fue su compañera de consagración y de pasiones que lo llevaron por todo el mundo, adoptando un compromiso político que puede haber terminado con la salud deteriorada del poeta. Ahora descansan en Isla Negra, la misma casa donde ocurre el diálogo que escribí y que es un repaso de los hechos de la vida de la pareja.
Cada texto culmina con un poema del escritor.