El azul, que es el color más denso y más profundo,
en la sierra el franco azul de invierno al mediodía
el griego azul translúcido en techos y bahía,
los ojos de aquél azul tan presto y tan rotundo.
El temblor azul de aquella tinta primeriza
de la pluma estrenando las letras de mi nombre,
el largo traje azul que me lucía como hombre,
el sabio azul adverso a los gritos y la prisa.
El jubiloso azul de mi hijo en la ventana,
el frugal azul desamparado de Picasso,
el fulgor azul precipitándose al ocaso,
hasta el pálido azul del jacinto en la mañana
El mosaico azul de la rivera de Lugano
y la voluta azul del zafiro en una mano.
El humo azul que le dio un compás a la tristeza
y ese azul que le negó a la rosa otra belleza.
Cada azul que lo divino quiso que se vea
y el divino azul que fugaz arde en una idea.