Me estás volviendo loco Carlitos, ¡me estás volviendo loco! Me hacés llamarte treinta veces por un negocito de setenta mil, setenta mil dólares. Antes venías y apenas mirabas los planos. Compraste departamentos sin siquiera conocerlos. Y los vendiste igual. Qué te pasa Carlitos, pero te tengo que contar. . Te tengo que contar algo. No sabés lo que me pasó. Dale cebá mate vos. Yo estaba en unos de esos días que me pasan dos veces por año. No tenía fuerza. No quería hacer nada. No tenía fuerza. No, te miento, sí quería hacer algo pero no sabía. Y me fui al supermercado. Al supermercado, ¿me entendés?
Iba mirando las góndolas para ver qué había y cargando el changuito con alguna cosa. Te digo que sacarlas de las góndolas me costaba mucho. Era como si las manos fueran a las góndolas y se me separaran del cuerpo. Iba mirando a cada lado para ver si algún producto me traía un poco de felicidad. Porque a veces algún producto te da felicidad. Viste que a mí me gustan las frutas para jugar con las chicas. Pero no pasé por la verdulería, quedaba lejos. Yo iba entre las góndolas. Te digo que me parece que tenía ganas de vomitar. Y ahí fue cuando la ví. Bah lo vi, un orto que me apuntaba. Un pan dulce Carlitos. Un orto increíble. Siete puntos te diría. Y entonces espero a ver la cara que acompañaba al orto. Estaba buenísima, también. Buenísima. Bah muy buena, un cuatro, viste. Promedio general un siete, Carlitos. Por supuesto que la miré como para decirle gracias por ese orto.
Bueno, al final seguí por las góndolas ycompré un vino y unos dátiles, los dátiles son una fruta muy buena. Para el desierto. Un vino y uno dátiles, no daba para más. Para mí son espantosos los dátiles, ¿Para vos?
Y me fui a hacer la cola de la caja y el orto se mete en la cola de la caja de al lado. La volví a mirar pero ya me había resignado a irme. Salgo y cargo las cosas en el auto. Cuandomiro por el retrovisor y la vuelvo a ver. Iba caminando detrás de la fila de autos. Metí la marcha atrás y arranqué con una acelerada. La frené en seco y me quedo mirándola. ¿Sabés lo que hizo la mina, Carlitos? ¿Sabés qué hizo man? La mina sacó una tarjetita personal y me la dio. Así nomás Carlitos. Me dio el teléfono, así nomás. Y se fue. Era un avión. Bah, no estaba tan buena. Un avión, loco.
Por suerte parece que ya pasé el segundo día de los dos que me agarran por año. Fue anteayer. Y volví a pensar en ir al súper a comprar unos dátiles. Entonces me acordé. Saqué la tarjeta de la billetera y no lo podía creer. Vi que vivía a dos cuadras de la oficina. Me di cuenta que eso era mejor que ir al súper. En realidad me quedé pensando que no estaría nada mal salir un rato. La llamo y enseguida mi amor de acá, mi amor de allá, bien de putón, viste. Le digo de ir y me dice qué suerte que me llamaste porque pasado mañana me voy a Ibiza. Venite que te espero. Son quinientos.
Y me fui, Carlitos, al departamento.
Hola amor, cómo estás, qué suerte que viniste, me dice. Y yo hola amor, cómo estás, que suerte que vine. Y esas cosas, ¿me entendés?
Y entonces me pregunta: Gordo, ¿alguna vez estuviste con un trava?
Viste cómo soy yo, Carlitos, inocente. Me puse medio nervioso y le dije que no. Le dije que yo nunca había estado. Bueno, siempre hay una primera vez, me contestó.
Y yo, ma sí, yo le doy para adelante. Me tenía que haber dado cuenta cuando me pidió quiñones, no podía ser solamente eso. Pero viste que yo soy inocente.
No sabés cómo la chupaba. Una máquina hermosa. Con la energía justa. Ni mucho ni poco, con un amor impresionante. No sabés cómo me puso. Una artista.
Le dije que si seguía me acababa. Y entonces me soltó, se dio vueltas y me dijo, metémela. Tenía una tanguita y vos no ves adelante. No ves nada así que te encontrás con el culito solamente que estaba muy bueno. Más que estar bueno lo mejor era cómo se movía. Hermoso cómo se movía ese culo, así que acabé con toda la furia. Hermoso Carlitos.
Y la mina me dice que fue hermoso también para ella, que qué suerte que viniste porque me voy a Ibiza y después me quedo laburando en España. Espectacular, Carlitos.
Y me fui, bah me volví a la oficina como nuevo. Bah, medio para el orto.
Y a qué no sabés qué pasó al día siguiente. Eso es lo importante, digo yo. Esas son las cosas de la vida. Al día siguiente se vino a la inmobiliaria. No sabés cómo la miraron las chicas y Gerardito. Sobre todo Gerardito que le gustan los yeguones, viste que pesa 16 kilos. Bueno, se vino a la oficina y con un paquetito Con treinta mil dólares.
Y me los dejó. Tomá, amor, me dijo, te dejo treinta mil para que señes uno de esos departamentos de un dormitorio que me dijiste. Yo me voy mañana a la tarde y vuelvo en tres meses, más o menos. Mandame un mail cuando salga algo, me dijo.
¿Entendés loco? Me trajo la guita. ¿Viste cómo son las cosas?