Recorre brevemente su historia, desnudando las coordenadas que lo acercaron desde muy pequeño a la literatura; pasión que desde entonces lo acompaña, firmemente sedimentada por continuos viajes que nutren su obra. El tiempo y el movimiento son puntos de fuga desde donde se entretejen las dos novelas de las que hoy nos habla este autor rosarino: ‘La bruma y los pasos’ y ‘El retrato de Vermeer’.
La literatura siempre presente.
Mi madre era licenciada en letras y yo accedí a libros de poesía siendo muy niño. Me enamoré de la música de la poesía. De la posibilidad de decir las cosas con metáforas. Escribí toda mi vida, primero para mí y después de un modo algo más profesional.
El período en el que más alejado estuve de la escritura fue entre los 27 y los 35 años, en el que me dediqué a trabajar como agrónomo y a dar clases de taekwon-do.