La Historia comienza en Lisboa. Llegamos para la misma
temporada a cubrir distintos temas acerca de la ciudad, yo para el diario y Martín para la revista.
Me gusta llegar a Lisboa por aire, como esa vez. El avión suele cruzar el Tajo antes de echarse al aeropuerto, en medio de la ciudad. Casi siempre hay sol y relucen los techos rojos y los manchones verdes.
Y ahí está Lisboa.
Lisboa, que siempre debe querer una descripción de sí misma, que debe desear que la noten.
Porque Lisboa siempre estuvo allí, y sin embargo no la nombran tanto. Como esas chicas en un baile que apenas
alguno llega a entrever. Y que después de ser entrevista, cuesta sacar a bailar porque nadie lo ha hecho hasta el momento.
Por algo será, nos decimos, hasta que finalmente, después de superar la típica aprensión, nos acercamos.
¿Bailás?
Y claro, Lisboa sale. Tiene la serena convicción de quien se sabe linda, una vez que alguien se haya tomado el trabajo de contemplarla.